Vamos avanzando de
aquella manera, un pasito palante y otro patrás. Normalmente
el pasito alante lo da parte de la sociedad y el pasito atrás lo da
parte de nuestra nefasta clase política. Ejemplo de ello es el
aparcabicis ¿casero? instalado por una empresa privada en el SEPES y
otro es la amenaza de obligar al uso del casco en ciudad, caso que
sólo ocurre en Australia, Nueva Zelanda y Eslovenia. Para subir
impuestos o quitarnos los derechos laborales hay que atender a
razones europeas, pero cuando esas mismas razones aconsejan el
fomento de la bicicleta, entonces los políticos se aferran al
terruño con uñas, dientes y azada, quizá temiendo que le cambien
el cochazo oficial por una más modesta bicicleta. Que no sufran,
pues si ellos nos quieren imponer el coche nosotros no pretendemos
imponerles la bici, no sea que se caigan y se dañen el intelecto,
tan necesario para seguir llenándose los bolsillos o los carritos de
la compra, mientras nos llevan a la ruina que, paradójicamente, no
se traduce en más bicis sino en coches más destartalados y
apestosos. Para que luego digan que la bici es de pobres...
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