Ante la llegada del periodo estival, queremos animar a lanzarse a la pequeña aventura que supone un viaje en bici. Siempre podemos hacer un viaje a nuestra medida. Para muestra, el que hemos realizado en mayo.
Nuestra primera idea era viajar hasta Millau en tren para descender hasta Toulouse junto al río Tarn. El mal tiempo nos hizo desistir por lo que optamos por nuestra costa mediterránea y terminar el viaje que empezamos el año pasado junto al Ebro.
La elección de la ruta no es tan sencilla, ya que queríamos encontrar carreteras con poco tránsito y caminos en buen estado, por lo que seguir fiel a la ribera del Ebro no era la mejor opción. El Camino Natural del Ebro o GR99 está en un estado poco recomendable para un viaje largo con alforjas y algunos tramos de carretera están demasiado cargados de camiones, lo que no sería un problema si fueran capaces de adelantar a más de un palmo de nuestros manillares. Trazamos una ruta con la ayuda de bikemap.com, con la intención de no sobrepasar los 80 kms diarios, aunque finalmente nos desviábamos donde nos llevaban los avatares del camino, ya fuera buscar agua y alimentos como visitar algún punto interesante.
En El Burgo de Ebro cogemos la carretera, ya que la mayor parte del tráfico transcurre por la nueva variante. Si hubiésemos optado por seguir el GR99 habríamos hecho algunos quilómetros más por tierra. Por carretera llegamos hasta Pina de Ebro, aunque los quilómetros entre Fuentes de Ebro y el cruce a Pina ya tenían algo más de tráfico, el arcén nos permitía rodar con cierta tranquilidad. Nos encontramos el GR con destino a Quinto, pero seguimos para cruzar de Pina a Gelsa por los campos de cultivo, donde hay un camino recto y ancho aunque algo estropeado por los tractores. Antes de llegar a Gelsa, la mejor opción es seguir una carretera que pasa cerca de Velilla, donde podremos coger otro camino justo antes de llegar a una cuesta que nos llevaría a Alforque.
En Velilla nos planteamos dormir en la porchada de la ermita, pero no sin antes restituir los líquidos perdidos. La encargada del bar nos sugiere pedir la llave del pabellón para dormir allí. Gracias a la gestión de un concejal, José Guerrero, dormimos a cubierto en una sala del ayuntamiento.
El GR nos lleva junto al río por un camino groseramente excavado en la ladera. Lo superamos yendo muy despacio durante una hora. Así llegamos a Alforque, donde podríamos haber cruzado a Alforge si la barca hubiese estado en funcionamiento. Así que nos pusimos en marcha por el GR que se puede seguir hasta la carretera que transcurre junto a un meandro encajado.
TERCER DIA
Después de Mazaleón, donde hay un par de poblados íberos, cerca de la carretera. Llegamos a la carretera de Alcañiz y tenemos dos opciones: seguir a Torre del Compte, donde nos dan un menú ciclista de 15 euros + IVA o desviarnos a Valdetormo para comer por 10 euros y tomar la vía verde de la Val de la Zafán desde más arriba. La segunda nos parece mejor y merece la pena recorrer el tramo entre Valdetormo y La Torre, una suave bajada con puente sobre el Matarraña y bonitas vistas, aunque para llegar a la estación de La Vall hay una empinada cuesta que superamos sin mayor dificultad que la de llevar la panza llena.
De La Torre a Valderrobles hay diez kms de subida suave y monótona, que sorteamos un ratito en bici y otro a pié, mas que nada por darle una tregua al trasero. Después de Valderrobres empieza la diversión: bajadas, llanos, túneles, puentes, curvas, estaciones, paseantes y diversidad de paisaje. La última vez que pasamos por aquí estaba lleno de domingueros con perro de correa cruzada, niños que dejaban la bici tirada en medio de la pista, e incluso algunos se cogían un capazo en la oscuridad de los túneles. De hecho, algunos han chocado por no llevar luz, ya que algunos túneles no están iluminados y los que lo están suponen un problema hasta que se acostumbra la vista.
Después de descansar y merendar bajo un frondoso sauce, en la estación de Horta de Sant Joan. Desde allí los últimos 15 kms bastante fáciles, aunque el frío viento nos hace abrigarnos para no quedarnos helados. Cuando llegamos a la Fontcalda, tenemos que bajar una empinada y llegamos a un río que cruzamos por un vado suficiente para mojarnos los píes. A nuestra izquierda encontramos una pileta de agua termal, donde el agua está templada y nos podemos dar un tonificante baño a la luz de la luna, gracias a que allí abajo no nos molesta el viento y la temperatura es muy suave. En el lado opuesto hay un aparcamiento donde nos instalamos y pasamos la noche plácidamente, arrullados por el sonido de la corriente de agua.
CUARTO DIA
Al llegar a Amposta hay que subir al pueblo y bordearlo sin alejarnos del canal, así llegaremos al río y podremos tomar el carril bici que llega prácticamente a la playa del final del Delta, junto a la manga del Trabucador, que es lo más bonito para tomar un baño (es zona nudista). En Amposta nos esperaba Cristian, un cicloturista de los buenos que nos acogió en su casa hospitalariamente, mediante la red Warmshowers. En su casa estaba Rich, un cicloturista canadiense que subía por toda la costa. Después de tomar unas cervezas en una terraza, compartimos una buena cena y unas risas antes de irnos a la cama y descansar de nuestro viaje.
QUINTO DIA
Hoy toca descanso y aprovechamos para preparar una buena fideuá y hacer una buena siesta, ya que en nuestra jornada de descanso nos apuntamos a una caminata popular a la luz de la luna, con la participación de más de 500 personas. En total unos 20 kms por los caminos del Delta y unas cinco horas en muy agradable compañía, la del grupo de senderistas de Cristian, que organizan salidas domingueras por la montaña.
SEXTO DIA
Cristian nos lleva a conocer los rincones más interesantes del Delta y a Sant Carles de la Rápita, donde nos sentamos en una terraza a tomar un rapitenc (un vermut). Nos acompaña una brisa fresquita que nos desmotiva de bañarnos en el mar, pero que nos ofrece del espectáculo de una docena de surfistas enganchados a una cometa, creo que lo llaman skysurf.
Cogemos el tren a Lleida, que transcurre por un bonito paisaje. En este tren no disponemos de un espacio para la bici o por lo menos no estaba señalizado, así que dejamos las bicis en un acceso para disgusto del revisor, que se preocupó todo el viaje de que nadie usara esa puerta y nuestras bicis cayeran encima de alguien. Llegados a Lleida hacemos transbordo al tren de Zaragoza, que está en la misma vía un poco más alante. En el tren a Zaragoza dejamos las bicis en un espacio habilitado y le compramos al revisor los billetes a Tardienta.
Llegados a Tardienta nos relajamos en la terraza de un bar junto a la estación, que ha sido
traspasado recientemente porque el anterior titular fue uno de los agraciados por la lotería. Después de unos bocatas con más pena que gloria, nos dirigimos al canal que sale de Valdabra. Como es raro hacer un viaje de 700 kilómetros sin una sola incidencia, cuando nos faltaba poco para llegar a Valdabra nos encontramos un conejito que no se le ocurrió otra cosa que saltar al canal para esquivarnos y nadar en círculos hasta que el pobre no pudo más y quedó flotando inerte a merced de algún depredador.
Por fin llegamos a casa, ¡que pesados se nos hicieron los últimos kilómetros!, dando gracias por tan fantástico viaje, en el que sólo tuvimos que lamentar la pérdida de un tornillo de uno de los cala pies y unos culos algo magullados, quizás por comprarnos culottes baratos en el Forum.
PREPARATIVOS
Nuestra primera idea era viajar hasta Millau en tren para descender hasta Toulouse junto al río Tarn. El mal tiempo nos hizo desistir por lo que optamos por nuestra costa mediterránea y terminar el viaje que empezamos el año pasado junto al Ebro.
La elección de la ruta no es tan sencilla, ya que queríamos encontrar carreteras con poco tránsito y caminos en buen estado, por lo que seguir fiel a la ribera del Ebro no era la mejor opción. El Camino Natural del Ebro o GR99 está en un estado poco recomendable para un viaje largo con alforjas y algunos tramos de carretera están demasiado cargados de camiones, lo que no sería un problema si fueran capaces de adelantar a más de un palmo de nuestros manillares. Trazamos una ruta con la ayuda de bikemap.com, con la intención de no sobrepasar los 80 kms diarios, aunque finalmente nos desviábamos donde nos llevaban los avatares del camino, ya fuera buscar agua y alimentos como visitar algún punto interesante.
No
es conveniente intentar marcarse un itinerario estricto, puesto que hay
imprevistos que nos harán desviarnos de nuestro objetivo. Para
pernoctar nos decantamos por la tienda de campaña por la libertad de
parar cuando no damos para más. Sin embargo, para nuestra estancia en el
Delta optamos por alojarnos en casa de otro ciclista, que nos haría la
estancia mucho más interesante y completa.
PRIMER DIA
Las
lluvias del día anterior nos hicieron retrasar la salida, por lo que
recuperamos el tiempo perdido cogiendo el Canfranero hasta Zaragoza.
Dejamos el tren a la una y media y nos encaminamos aguas abajo por el
carril bici junto al Ebro. Ha merecido la pena salir ese día porque las
lluvias han hecho incrementar considerablemente el caudal del río.
Alcanzamos el GR99, que podría estar en mejor estado. Al llegar a la
pasarela que lleva a los galachos de La Alfranca, tendríamos que
habernos desviado hacia La Cartuja, pero seguimos junto al río hasta
llegar a un frondoso soto en el que el camino está sumergido. Con
nuestra filosofía de no dar un paso atrás, nos metemos por un estrecho
sendero dentro del soto y salimos por detrás de la depuradora de La
Cartuja, donde un paisano que recoge caracoles nos indica el camino.
Llegamos a la puerta de la depuradora y tomamos el GR99 junto a una
casa. Este tramo es un camino ancho algo alejado de la orilla, en un
estado algo mejor que el anterior, pero no tan vistoso.
En El Burgo de Ebro cogemos la carretera, ya que la mayor parte del tráfico transcurre por la nueva variante. Si hubiésemos optado por seguir el GR99 habríamos hecho algunos quilómetros más por tierra. Por carretera llegamos hasta Pina de Ebro, aunque los quilómetros entre Fuentes de Ebro y el cruce a Pina ya tenían algo más de tráfico, el arcén nos permitía rodar con cierta tranquilidad. Nos encontramos el GR con destino a Quinto, pero seguimos para cruzar de Pina a Gelsa por los campos de cultivo, donde hay un camino recto y ancho aunque algo estropeado por los tractores. Antes de llegar a Gelsa, la mejor opción es seguir una carretera que pasa cerca de Velilla, donde podremos coger otro camino justo antes de llegar a una cuesta que nos llevaría a Alforque.
En Velilla nos planteamos dormir en la porchada de la ermita, pero no sin antes restituir los líquidos perdidos. La encargada del bar nos sugiere pedir la llave del pabellón para dormir allí. Gracias a la gestión de un concejal, José Guerrero, dormimos a cubierto en una sala del ayuntamiento.
SEGUNDO DIA
Después
de un café subimos a la ermita y nos dirigimos a las excavaciones de la
colonia romana de Celsa, que impresiona bastante por su extensión e
importancia. Aún se podía apreciar perfectamente la calzada y sus
aceras. Al otro lado del pueblo, un edificio alberga el Museo Romano,
que satisface nuestra curiosidad acerca del pasado romano de Velilla.
Nos despedimos de las gentes de Velilla y salimos junto a sus norias,
por el GR. Aunque no figuraba en nuestro plan, Velilla nos sorprendió
muy gratamente. Gracias, Velilla.
El GR nos lleva junto al río por un camino groseramente excavado en la ladera. Lo superamos yendo muy despacio durante una hora. Así llegamos a Alforque, donde podríamos haber cruzado a Alforge si la barca hubiese estado en funcionamiento. Así que nos pusimos en marcha por el GR que se puede seguir hasta la carretera que transcurre junto a un meandro encajado.
Descendemos
hacía Sástago, pasando por Alborge. Cruzamos el Ebro por un puente
que llama nuestra atención por sus arcos y color. De nuevo
comenzamos a subir para luego bajar hasta Escatrón, divisamos a la
izquierda el monasterio de Rueda y paramos a reponer fuerza con un
par de espectaculares bocadillos en el bar del puerto fluvial, con
vistas al río y al monasterio. Seguimos un trozo por camino pero
enseguida cogemos la carretera hacia Caspe pero antes de llegar a
Chiprana nos desviamos por un camino para visitar la Salada de
Chiprana, es un camino bien señalizado que coincide al principio con
la GR99 y luego te lleva por la balsa Salada, dónde pudimos
disfrutar del espectáculo de las aves y el color blanco de la sal
despositada en las orillas. Seguimos por los caminos y de nuevo a la
carretera de Caspe, tras una fuerte subida dejamos atrás el desvío
a Chiprana, de nuevo bajamos y vemos que nos espera una nueva subida
pero antes de llegar tomamos a la derecha la GR99, que no es que esté
en muy buen estado, de hecho hay trozos en la que es un simple
sendero pero así nos evitamos el tráfico de la carretera. La GR nos
conduce a Caspe y allí en la entrada hay un puesto de Cruz Roja
donde paramos a preguntar si saben donde podríamos pasar la noche.
La única solución que nos dan es que preguntemos en una pensión y
allí nos dirijimos. Son las 9 de la noche y en la pensión nos piden
40 euros por la habitación y al hombre no se le ve muy interesado
así que decidimos seguir hacía Maella y dormir por el camino.
En
algún momento nos equivocamos y en vez de coger la carretera a
Maella nos encontramos en una pequeña pista asfaltado que pronto
deja de estarlo, el camino viene marcado como la ruta del Guadalope.
Decidimos, bajo la filosofía del viaje, seguir adelante. El camino
comienza a subir, y bajo la luz de la luna casi llena vamos avanzando
hasta que nuestros cuerpos dicen hasta aquí hemos llegado. Plantamos
la tienda en un pequeño olivar de tierra blanda, las piquetas se
hunden con facilidad. La luna ilumina como si fuera una farola, no
necesitamos el frontal.
Tras
una frugal cena, nos metemos en los sacos y caemos en brazos de
morfeo.
TERCER DIA
Somos
despertados por un concierto matinal de trinos, que parecen llenarlo
todo. Lo escuchamos durante un rato hasta que abrimos la cremallera de
la tienda y se acaba la música. Hemos pasado una noche estupenda y
estamos listos para desmontar y seguir camino. Arrancamos orientados por
el sol hasta que conectamos con un camino en buen estado que está
señalizado como Camino de Santiago, el del Ebro. Este camino es bueno y
de una subida suave, excepto un pequeño tramo empinado que subimos
andando. Lo seguimos con cierta desconfianza puesto que la señalización
está pensada para los que suben, pero no para los que bajan. Siguiendo
el camino principal, cumbreando todo el rato, llegamos a una bajada muy
pronunciada desde la que podemos divisar Fabara. Después de esta bajada,
salimos a la carretera y nos paramos en una gasolinera, donde podemos
tomar un café mientras charramos con la encargada, que nos despide con
un “¡qué cojonazos tenéis!¡Que potorrón!”. Animados por el buen clima y
el saludo de la paisana, nos llegamos hasta las estribaciones de Maella.
Al aproximarnos a una subida, nos desviamos por un camino asfaltado que
llega al Matarraña, donde una paraje de ancianos nos indica que podemos
bordear Maella por la orilla del río. Efectivamente, salimos al otro
lado de Maella evitando las cuestas. Hay un bar junto al puente que
dejamos a nuestra izquierda, por lo que no es necesario entrar al pueblo
con sus cuestas. El Matarraña es agradable de seguir y es posible que
haya un camino ribereño más o menos llano, pero dado que llevamos bicis
de calle cargadas preferimos seguir por la carretera, por la que hay
algunas cuestas soportables.
Después de Mazaleón, donde hay un par de poblados íberos, cerca de la carretera. Llegamos a la carretera de Alcañiz y tenemos dos opciones: seguir a Torre del Compte, donde nos dan un menú ciclista de 15 euros + IVA o desviarnos a Valdetormo para comer por 10 euros y tomar la vía verde de la Val de la Zafán desde más arriba. La segunda nos parece mejor y merece la pena recorrer el tramo entre Valdetormo y La Torre, una suave bajada con puente sobre el Matarraña y bonitas vistas, aunque para llegar a la estación de La Vall hay una empinada cuesta que superamos sin mayor dificultad que la de llevar la panza llena.
De La Torre a Valderrobles hay diez kms de subida suave y monótona, que sorteamos un ratito en bici y otro a pié, mas que nada por darle una tregua al trasero. Después de Valderrobres empieza la diversión: bajadas, llanos, túneles, puentes, curvas, estaciones, paseantes y diversidad de paisaje. La última vez que pasamos por aquí estaba lleno de domingueros con perro de correa cruzada, niños que dejaban la bici tirada en medio de la pista, e incluso algunos se cogían un capazo en la oscuridad de los túneles. De hecho, algunos han chocado por no llevar luz, ya que algunos túneles no están iluminados y los que lo están suponen un problema hasta que se acostumbra la vista.
Después de descansar y merendar bajo un frondoso sauce, en la estación de Horta de Sant Joan. Desde allí los últimos 15 kms bastante fáciles, aunque el frío viento nos hace abrigarnos para no quedarnos helados. Cuando llegamos a la Fontcalda, tenemos que bajar una empinada y llegamos a un río que cruzamos por un vado suficiente para mojarnos los píes. A nuestra izquierda encontramos una pileta de agua termal, donde el agua está templada y nos podemos dar un tonificante baño a la luz de la luna, gracias a que allí abajo no nos molesta el viento y la temperatura es muy suave. En el lado opuesto hay un aparcamiento donde nos instalamos y pasamos la noche plácidamente, arrullados por el sonido de la corriente de agua.
CUARTO DIA
Levantamos
el campamento y nos refrescamos en la pileta, antes de subir la
empinada cuesta, empujando nuestras cargadas bicis. Nos vamos como
llegamos, sin ver un alma. En la estación de Benifallet podemos
desayunar y asearnos (también dan comidas). El encargado nos cuenta las
vicisitudes del camino y nos despedimos al tiempo que llega un nutrido
grupo de escolares bicicletados. También una pensión y un albergue (38 y
42 euros respectívamente). Desde allí nos quedan 32 kms a Tortosa,
donde acaba la vía verde a la altura del canal que baja a Amposta, que
es el que tenemos que tomar si queremos seguir hacia el Delta. Hay que
estar atento porque llega un momento que hay que seguir unos metros por
carretera para retomar el canal. Esto es totalmente llano y transcurre
junto a huertos de naranjos.
Al llegar a Amposta hay que subir al pueblo y bordearlo sin alejarnos del canal, así llegaremos al río y podremos tomar el carril bici que llega prácticamente a la playa del final del Delta, junto a la manga del Trabucador, que es lo más bonito para tomar un baño (es zona nudista). En Amposta nos esperaba Cristian, un cicloturista de los buenos que nos acogió en su casa hospitalariamente, mediante la red Warmshowers. En su casa estaba Rich, un cicloturista canadiense que subía por toda la costa. Después de tomar unas cervezas en una terraza, compartimos una buena cena y unas risas antes de irnos a la cama y descansar de nuestro viaje.
QUINTO DIA
Hoy toca descanso y aprovechamos para preparar una buena fideuá y hacer una buena siesta, ya que en nuestra jornada de descanso nos apuntamos a una caminata popular a la luz de la luna, con la participación de más de 500 personas. En total unos 20 kms por los caminos del Delta y unas cinco horas en muy agradable compañía, la del grupo de senderistas de Cristian, que organizan salidas domingueras por la montaña.
SEXTO DIA
Cristian nos lleva a conocer los rincones más interesantes del Delta y a Sant Carles de la Rápita, donde nos sentamos en una terraza a tomar un rapitenc (un vermut). Nos acompaña una brisa fresquita que nos desmotiva de bañarnos en el mar, pero que nos ofrece del espectáculo de una docena de surfistas enganchados a una cometa, creo que lo llaman skysurf.
SEPTIMO DIA
A
pesar de que nuestro plan era recorrer la manga del Trabucador y hacer
un poco de nudismo, o sea, bañarnos en bolas, cambiamos de idea ya que
nuestros culos están bastante magullados de tantas horas por los
caminos. Consecuentemente, nos desplazamos a L”Aldea donde cogemos un
tren atestado, pero con un cuarto para bicis, al que se accede por una
estrecha portezuela que pone a prueba la resistencia de nuestras
alforjas. Una vez llegados a Tarragona, disponemos de una hora que
aprovechamos para hacer un tour fotográfico acelerado. Tarragona es una
ciudad muy bonita que tiene un gran patrimonio romano que merece una
visita más larga.
Cogemos el tren a Lleida, que transcurre por un bonito paisaje. En este tren no disponemos de un espacio para la bici o por lo menos no estaba señalizado, así que dejamos las bicis en un acceso para disgusto del revisor, que se preocupó todo el viaje de que nadie usara esa puerta y nuestras bicis cayeran encima de alguien. Llegados a Lleida hacemos transbordo al tren de Zaragoza, que está en la misma vía un poco más alante. En el tren a Zaragoza dejamos las bicis en un espacio habilitado y le compramos al revisor los billetes a Tardienta.
Llegados a Tardienta nos relajamos en la terraza de un bar junto a la estación, que ha sido
traspasado recientemente porque el anterior titular fue uno de los agraciados por la lotería. Después de unos bocatas con más pena que gloria, nos dirigimos al canal que sale de Valdabra. Como es raro hacer un viaje de 700 kilómetros sin una sola incidencia, cuando nos faltaba poco para llegar a Valdabra nos encontramos un conejito que no se le ocurrió otra cosa que saltar al canal para esquivarnos y nadar en círculos hasta que el pobre no pudo más y quedó flotando inerte a merced de algún depredador.
Por fin llegamos a casa, ¡que pesados se nos hicieron los últimos kilómetros!, dando gracias por tan fantástico viaje, en el que sólo tuvimos que lamentar la pérdida de un tornillo de uno de los cala pies y unos culos algo magullados, quizás por comprarnos culottes baratos en el Forum.
CONCLUSIONES
Si
eres novato y quieres hacer un viaje similar aconsejamos llevar una
bici con neumáticos anchos y una suspensión, que no es imprescindible
pero hace el viaje más cómodo. También diferentes tipos de culotte,
elige el más grueso si no llevas un asiento cómodo. Para acampar es
mejor llevar unos sacos con colchoneta, que te ahorrará llevar la
colchoneta, que abulta bastante. Una tienda compacta también interesa si
quieres llevar la carga compacta y evitar problemas en los trenes. En
cuanto a las alforjas, conviene que sean de calidad e impermeables, tipo
Orlieb. Son algo más caras pero las baratas suelen durar un viaje y se
calan, además de llevar unos enganches tan burdos que pasar los
estúpidos controles de algunas estaciones es una pesadilla y puedes
llegar a perder el tren. En la bici, todo lo barato suele salir caro y
los componentes de calidad suelen durar toda la vida, como el recuerdo
de un bonito viaje en bici.
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